"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Miguel de Cervantes
23-02-1985, el Tribunal Constitucional reconoce la libertad de cátedra a TODOS los docentes, sea cual fuere el nivel de enseñanza en el que actúan –no se circunscribe por tanto exclusivamente al ámbito universitario.Tribunal Constitucional, Auto número 423/2004 se afirma: "[…] este derecho fundamental -como libertad individual del docente- es una proyección de la libertad ideológica y del derecho a difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones que cada profesor asume como propias en relación con la materia objeto de su enseñanza […]" "[…] el contenido de la libertad de cátedra lo podríamos considerar como el derecho de CUALQUIER profesor, de CUALQUIER nivel educativo a que, por razón de su puesto docente, pueda desempeñar su trabajo de acuerdo con sus conocimientos y sin estar sometido a ningún mandato de AUTORIDAD PÚBLICA o privada[…]"

domingo, 4 de diciembre de 2016

ACTIVIDADES DE REPASO DE MORFOLOGÍA

Misión de rescate
©Patricia Pérez

C
aminaba con paso firme, espada en alto, pegado a la fría montaña. Avanzaba, acompañado del repicar de su ajada armadura. ¡Seguro que la horrible bestia la había llevado a la oscura caverna! Se levantó viento.  Oyó un grito. El dragón se acercaba con Layla en sus pezuñas. Sintió cómo los fieros ojos lo miraban despectivos. No le importó. Venía a salvarla. Volvió a oírla gritar.
El dragón dejó a la princesa en lo alto de una roca en mitad del abismo. Contempló al hombre. Éste se colocó el yelmo, se protegió con el escudo, apretó los dientes y esperó el ataque del maldito animal.
El cielo oscureció. El dragón extendía las alas. Se preparaba para...
—¡A cenar!
Los niños quedaron paralizados. Uno, con gesto feroz, extendía los bracitos; otro empuñaba una rama; la pequeña, con florida corona, estaba sentada sobre una roca.
El juego había terminado.

En Historias del Dragón, Kelonia Editorial.





MÚSICA
Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban acostumbradas al silencio. En la casa no debía oírse ni un ruido, porque papá trabajaba. Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el silencio se rompía con las notas del piano de papá.
Y otra vez silencio.
Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de las niñas se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba algo.
La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor. Y gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:
-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!

Ana María Matute

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