TEXTO DIALÓGICO.
El texto dialógico es una forma discursiva por la que varias personas (textos no literarios) o personajes (en textos literarios) intervienen en una comunicación mediante palabras. El diálogo es un texto muy empleado (conversación, entrevista).
En la literatura aparece como forma constitutiva en el teatro, pero puede incluirse tanto en la lírica como en la épico-narrativa. En ésta, es el narrador quien selecciona las palabras del personaje que va a contar. Puede hacerlo de tres maneras: en estilo directo, indirecto o en indirecto libre. Con el estilo directo, el narrador presenta las palabras del personaje tal como las dijo y las separa bien de las suyas mediante varias marcas: la raya (no confundir con el guion) y los verbos dicendi.
—¡Jopelines, no tengo vestido para la fiesta!—exclamó Cenicienta.
Si se citan palabras, pueden ponerse en cursiva o entre comillas españolas o latinas, no las inglesas.
Cenicienta exclamó: ¡Jopelines, no tengo vestido para la fiesta!
Cenicienta exclamó: <<¡Jopelines, no tengo vestido para la fiesta!>>
En cuanto al estilo indirecto, es el narrador quien selecciona las palabras del personaje y las cuenta cambiando el tiempo y la persona e incluso el registro ideomático. Es el estilo que debéis emplear cuando resumís. Se sigue utilizando el verbo dicendi (decir, exclamar, preguntar) pero seguido de la conjunción que.
Cenicienta exclamó que no poseía vestido para la fiesta.
El estilo indirecto libre es el más empleado en la actualidad desde el movimiento literario denominado Realismo. En este caso, las palabras del narrador y del personaje no van separadas de ninguna manera. Es el lector el que ha de intuirlas, fundamentalmente por el registro idiomático, porque el tiempo y la persona aparecen en pretérito y en tercera.
¡Jopelines! Cenicienta no tenía vestido para la fiesta.
Adiós, Betsabénuncaduerme
A los pocos días de la vuelta, a punto de iniciar ya el curso escolar a cargo de los profesores habituales, mi padre, como era costumbre en él, sin introitos ni preámbulos, nos anunció que, en cuestión de un par de semanas a lo sumo, Betsabé debía irse. En Israel habían sido localizados unos parientes que querían tenerla a su lado. Así que, en consecuencia, partiría para Tel Aviv, a vivir con ellos. Y, antes de que ninguna de las dos, que lo escuchamos consternadas, pudiéramos abrir la boca para protestar o quejarnos, nos puntualizó que era algo que nos había advertido de antemano, y que, por tanto, no debía significar una sorpresa para ninguna de nosotras. Y sonriendo, añadió que aquella separación no tenía que suponer en modo alguno una ruptura de nuestra amistad, porque, si de verdad nos estimábamos, la mantendríamos a toda costa, a pesar de la distancia, como había sucedido entre él y su padre. Podíamos escribirnos a diario e, incluso más adelante vernos: ella vendría y yo iría, y tal intercambio nos resultaría recíprocamente fructífero.
Sus palabras eran razonables, pero no borraron nuestra tristeza. Aquella noche no me contó ninguna de sus historias, ni yo le pedí que lo hiciera. Las dos tratamos de que la otra no oyera los sollozos que nos sacudían de tantísima pena como sentíamos.
—Adiós, Gruñigruñi —me dijo al abrazarme el día de la despedida.
—Adiós, Betsabénuncaduerme —le contesté, logrando a duras penas que mi voz sonara firme.
Se fue con el ángel bizco y con Secreto, y me dejó el recuerdo de su voz narrándome sus historias impagables.
Carmen gómez ojea
Betsabé nunca duerme
Edelvives
1. Transforma la narración del primer párrafo del texto de estilo indirecto en estilo directo e indica los cambios que has realizado.
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